miércoles, 31 de julio de 2013

Cuento "El Misterio de la Palmera"


Aún recuerdo la voz de mamá aquel día que nos dijo - no quiero que vayan a jugar a esa parte del parque-
-por qué?-preguntamos nosotros
-porque no- volvió a responder ella
-pero...por qué no?-retrucamos nosotros
-está ese árbol allí...que no me gusta...-
-qué tiene?...es una palmera como cualquier otra- protestamos 
-Puede ser...pero a mí no me gusta...dicen que se come a los chicos...si no pregúntenle a doña Magdalena-
Nosotros no le preguntamos a doña Magdalena porque sinceramente no gustábamos de la mujer. Una italiana chismosa que vivía espiándonos y se sabia la vida de todo el vecindario. Tampoco obedecimos a mamá y continuamos yendo a jugar a esa parte del parque...donde estaba la palmera.

Todas las mañanas desde mi ventana lo veía llegar. Se sentaba en el banco del parque que estaba frente a la palmera. Permanecía hasta el anochecer y algunas veces hasta la madrugada.
Los vecinos lo llamaban "el loco de la palmera". Para mí él no estaba loco, siempre pensé que tenía una imaginación demasiado activa, pero loco...lo que se dice loco...para mí no era.
 Un día lo vi llegar y crucé la calle, caminé hasta el banco dónde estaba sentado. Me senté a su lado en silencio, sin atreverme a hablar. Decidí esperar que él lo hiciera. En un momento dado me dijo
 - yo siempre vengo aquí a visitarla, a hacerle compañía para que no se sienta sola-
Titubeando le pregunté -a quién...a la palmera?-
-sí, ella es algo más que una simple palmera-
 Le dije - cuando éramos chicos mi mamá no quería que viniésemos a jugar donde estaba la palmera, decía que se comía a los chicos-....No me dejó terminar la frase que empezó a gritar
- Mentira!... Es todo mentira!...Una gran mentira!-
Tratando de calmarlo le respondí - Claro que es mentira...mirá si una palmera se va tragar chicos...lo que pasa es que mi mamá desde el otro lado del parque nos podía ver y desde aqui no-mentí.  Indudablemente el loco de la palmera consiguió asustarme.
Lo dejé con la excusa que tenía que preparar la comida. Él no habló, asintió con la cabeza. Yo me fui tan silenciosa como llegué.
Durante varios dias lo seguí observando desde mi ventana. Una vez lo vi hacer ademanes con las manos. Los vecinos tenían razón, su obsesión por el árbol lo dejó alucinado, lleno de fervor por este. Pasaba dias y noches allí.  No sé si comía o bebía...porque lo veía desprovisto de viandas y cantimploras. Tampoco llevaba abrigo ni mantas. pero yo sabía que él pasaba las noches allí, hasta que un día se quedó para siempre. Los vecinos preocupados comenzaron a dejarle comida y cobertores. También llegaban al anochecer para encenderle una hoguera, cosa que él, en su contemplación, no hacía.
Una de esas noches me crucé con un plato de sopa caliente y pan. Me senté a su lado, silenciosa, como en la primera vez. Hubo un espacio mudo y espeso entre los dos hasta que dijo
-nadie entiende por qué estoy aqui-
-es verdad- declaré
-no pueden entender por qué quiero permanecer a lado de ella día y noche; que no me interesa nadie más> No soy el único que piensa y siente así. Antes de mí hubo otras personas, ellas vienen a veces, cuando pueden, cuando sus otras oblilgaciones les permiten venir, yo en cambio, decidí consagrar mi vida a ella, a partir de aquel día
-a partir de qué día?- pregunté
Inclinándose hacía mí, en un tono confidente comenzó a contarme 
-yo era muy alocado, era un chico aque no paraba. Un día vine aquí escapando de mí casa. Me había peleado con mis padres y decidí pasar la noche en este banco. Era una noche cerrada y fria...recuerdo que sentía escalofrios. Estaba casi adormecido cuando los vi. Llegaron en grupo, se movian con una velocidad fugaz...casi efímera. andaban en círculos...tenían la mirada fulgurante...las manos trémulas. En el instante en que los estaba observando, vi que ella, la palmera, extendía sus raíces hacía mí. de un modo rudo y suave al mismo tiempo, comenzó a recorrerme. En un roce agradable llegó a mis entrañas y ciñó mi cintura, nos fundimos en un abrazo hasta ser uno solo. Luego me recorrió la espalda. Tomó mi nuca y el contacto fue infinito...único...sellamos un pacto sigiloso. Desde entonces todas las noches nos encontramos y repetimos el rito. Los demás vienen aquí por la misma causa, nunca hablamos y nadie contempla a nadie-
Después de la confesión volvió a adoptar el mismo aire ausente. Desde ese día no volví a verlo. Supe por los vecinos que la familia lo había llevado lejos de allí, con la ilusión de sacarlo de la enajenación.
Una noche no podía dormir y crucé al parque. Me senté en el banco frente a la palmera. La miré fijo y le dije -no pretenderás hacer conmigo lo que hiciste con aquel desdichado- Entonces vi sus raíces acercase hacía mí, subyugante, me acarició con las puntas, como dedos sedosos. Recorrió mis visceras cadenciosamente...me escuché exhalar un gemido agónico...la sentí envolverse en mi nuca. Sellamos un pacto de apego del que nadie sabría.  Después las dos nos soltamos. Yo me quedé en el banco y ella en su raigón.
Súbitamente los vi, tenían la mirada fija y brillante. Andaban como almas errantes. No emitían palabras, apenas un jadeo extinguido emanando de sus bocas.
En ese momento comprendí todo, ella no era un árbol cualquier. Ella tomaba y mudaba la vida de quien se atreviese a observarla. No vi al loco de la palmera. Sin duda su familia consiguió desprenderlo del embrujo de ella.
Querida mamá
Mientras te revelo  mi secreto, recuerdo tus palabras aquel día, creo que tenías razón...
En este preciso instante escucho pasos en el corredor. Se detenien frente a mi puerta, alguien mueve el picaporte...Me sobresalto turbada y me digo a mí misma que debo ser valiente...en tanto se abre la puerta...una mujer vestida de blanco...sonriente...extiende sus brazos, viene hacía mí y me dice
-Es la hora de su medicina... Cómo se siente la señora hoy?


                                                              Cuento de Nora Ibarra
                                                      Curitiba-Brasil 31 de julio de 2013





                 




                



viernes, 19 de julio de 2013

Lejanía*

* Poema publicado en Periódicos Irreverentes - http://periodicoirreverentes.org/2013/11/14/lejania/ 



                                                                                                       
Me preguntaste una vez
-Qué llevarías en la valija
si un día te marcharas?-
Sin dudarlo respondí
El corazón de mi madre
ahogado en llanto
Una estrella que me guie
por el sendero nocturno
La canción que arrulla
a mi niño lejano
Tus ojos palpitando 
el adiós rotundo
Esa tarde me marché y
nunca más le ví


                                                  Nora Ibarra
                                        Curitiba, Brasil - Julio de 2013


     

jueves, 18 de julio de 2013

lunes, 8 de julio de 2013

Después del Amor


No pudimos ser. La tierra
no pudo tanto. No somos
cuanto se propuso el sol
en un anhelo remoto.
Un pie se acerca a lo claro
En lo oscuro insiste el otro
Porque el amor no eterno
en nadie, ni en mi tampoco
El odio aguarda su instante
dentro del carbón más hondo
Rojo es el odio y nutrido

El amor pálido y solo

Cansado de odiar, te amo
Cansado de amar, te odio

Llueve tiempo, llueve tiempo
Y un día triste entre todos,
triste por toda la tierra,
triste desde mi hasta el lobo,
dormimos y despertamos
con un tigre entre los ojos

Piedras, hombres como piedras
duros y plenos de encono,
chocan en el aires, donde
chocan las piedras de pronto

Soledades que hoy rechazan
y ayer juntaban sus rostros
Soledades que en el beso
guardan el rugido sordo
Soledades para siempre
soledades sin apoyo

Cuerpos con un mar voraz
entrechocado, furioso

Solitariamente atados
por el amor, por el odio
Por las venas surgen hombres,
cruzan las ciudades, torvos

En el corazón arraiga
solitariamente todo
Huellas sin compañia quedan
como en el agua, en el fondo

Sólo una voz, a lo lejos
siempre a lo lejos la oigo
acompaña y hace ir
igual que el cuello a los hombros

Sólo una voz me arrebata
este armazón espinoso
de vello retrocedido
y erizado que me pongo

Los secos vientos no pueden
secar los mares jugosos
Y el corazón permanece
fresco en su cárcel de agosto
porque esa voz es el arma
más tierna de los arroyos:

"Miguel: me acuerdo de ti
después del sol y del polvo
antes de la misma luna,
tumba de un sueño amoroso"

Amor: aleja mi ser
de sus primeros escombros
y edificándome dicta
una verdad como un soplo

Después del amor, la tierra
después de la tierra, todo

                                             Miguel Hernández
                              Cancionero y Romancero de Ausencias
                                                     1938-1941