martes, 29 de abril de 2014

Cartas de Ida y Vuelta



Amor:
           Tienes que ayudarme, creo que sufrí una lesión cerebral mientras dormía o tal vez un espíritu me robó la memoria. 
No recuerdo que sucedió aquel día  cuando viniste a buscarme. Desperté sumida en una nebulosa donde mi cabeza va de estribor a babor sin atinar a nada
Ayúdame por favor!

                            
Celia. Querida:
                       Te ruego tengas calma. Es posible hayas atesorado tanto ese momento para tí y en tu deseo de no compartirlo con nadie, tal vez esté en el fondo de la memoria adormecido.
                      Llegué de noche con la luna por cómplice. Me orientó la pasión y el deseo de verte. Divisé la casa en una elevación envuelta en un manto oscuro. Una luz mortecina me guió hasta tu cuarto. Dormías entre edredones. Me quité los zapatos y me recosté a tu lado para espiar tus sueños. Te percibí indefensa, a merced de mis caprichos. Me invadió un sentimiento de amo y esclavo. Fui el dueño de nuestra pasión, del secreto que nunca confesamos.
                   Al despertar me miraste estremecida y preguntaste si era verdad que estaba allí contigo. Te tomé en mis brazos y comencé a besarte. Después fuimos uno solo y nos dormimos abrazados sintiendo el calor de nuestros cuerpos fundidos.
Por la mañana bebimos café. Hubo una despedida breve con una promesa que no se cumpliría. Pienso que te asustaste tanto con ese augurio que lo sacrificaste antes de cristalizarse.
                   La intensidad de lo vivido dio un sentido único a la relación destronando al tiempo y la distancia. Marcó un rumbo inusitado en nuestro  sentir unido para siempre por un lazo imperceptible.

                   Pronto estaré allí contigo

Tuyo
Jorge
                                        ***************************

La llegada del invierno era incipiente. El aire olía a leños ardiendo en el hogar. Se acomodó en la poltrona con la carta entre las manos. Con la mirada perseguía el vuelo de los pájaros.  Notó que la gramilla había crecido y cambiado de color. Tenía ahora un tinte azulado.
Deambuló por la casa y buscó en los armarios el olor de Jorge. Reconocía como la excitaban las manos de él aún antes de las caricias. Cerró los ojos y pensó en la ternura y la mirada de su amante. La invadió una vorágine de sensaciones...calor...tibieza...ardor...timidez...cuerpos exhaustos...Pero esta invocación no le bastaba. Quería de vuelta su remembranza.
Solo Jorge podía traerle de vuelta el pasado único y constante por el que se sentía viva. Cuando llegase revivirían ese instante furtivo que les pertenecía.

Celia está en el bar del Gringo aguardando a Jorge. Eligió una mesa próxima a la puerta, al lado del ventanal. Desde allí puede ver la Rotonda del Pirata.
Revuelve el té humeante con la cucharita. Al retirarla salpica el contenido formando círculos. Imagina que el líquido es un lago donde arroja pedregullos.
Se inclina hacia la taza. El lago de té le muestra el rostro de una mujer envejecida con un trazo de amargura delineado en la boca. Se mira las manos rugosas y piensa "Esa soy yo!"

Un anciano de cabello blanco y ojos cansados está de pie frente a ella. Con voz dulce le dice

-Hola Celia. Cómo estás?
Ella lo mira perplejo y responde
-Quién es usted?


                                                     Nora Ibarra
                                           Curitiba - Brasil Octubre 2014