lunes, 9 de noviembre de 2015

Ecos


Ya no quedan encantos
ni susurros
No hay voces hesitantes
murmurando el halago
Apenas rastros tenues
delatan la mirada sensible
Recuerdos agri-dulces
palpitan desde el pasado
lo que fue
lo que pudo ser
el abrazo infructuoso
se resguarda en la sombra
de una evocación perdida,
profunda...inacabada

                                                                     
                                                                     Nora Ibarra
                                                        Curitiba-Brasil Noviembre 2015
                                           

miércoles, 4 de noviembre de 2015

Aste Nagusia


                                           
Recuerdo que esa mañana en le dije a mi madre que no quería ir a la Fiesta Grande porque los Gargantúa me daban miedo.
Ella me prometió que no nos aceraríamos a ellos. Iríamos a ver las konparsas y al txosna donde mis tíos estarían vendiendo pastelitos de arroz y refrescos.
Por la tarde, fuimos con mi prima a jugar al huerto del abuelo. Adorábamos jugar en ese lugar que olía a albahaca fresca.
Esta vez en el juego de las escondidas se unieron Juanito y Luis, dos niños que vivían en la misma cuadra que nosotras.
Cuando estaba apoyada en el árbol contando, percibí alguien que había alguien detrás de mí. Giré y vi un hombre vestido de negro. Usaba un gorro pasamontañas que le cubría el rostro, dejándole al descubierto los ojos.
Antes que pudiera gritar  me tapó la boca con un paño hasta desvanecerme. Lo último que escuché fue la voz de mi prima pronunciando mi nombre.
Desperté sobre una cama atada de pies y manos. El cuarto donde me encontraba estaba en penumbras, apenas se distinguía la claridad filtrándose por una ventanilla.
No sabía dónde estaba ni cuánto tiempo dormí. La cabeza me latía de tal manera que creí que el corazón se me había mudado de lugar.
Escuché que alguien abría la puerta. Fingí estar dormida. Le vi dejar sobre la mesa un tazón, una caja de cereales y otra de leche. Luego me desató.
Me dejé vencer por el sueño que llegó suavemente como un balanceo de cuna. Me despabilé con el sonido del Badatos Marijaia. Entonces supe que la Semana Grande de Bilbao había comenzado.
Minutos después oí la fanfarria de las konparsas pasando muy cerca de la casa, tal vez por  la puerta de esta.  ¿Me preguntaba donde estaba yo? ¿Notarían mi ausencia en casa? ¿Estarían buscándome?
Nuevamente la puerta se abrió.  El hombre del pasamontañas entró y me dijo
−No has tomado tu leche con cereales. ¿Qué debemos hacer contigo? Hace veinte años que estás aquí con nosotros y siempre la misma historia. ¡Anda, come tus cereales!−


Lo miré y quise gritar pero la vos no me salía. Fue cuando escuché la voz de mamá
−¡Ana despierta! Has vuelto a tener otra pesadilla−
Abrí los ojos y vi que ella estaba a mi lado acariciándome
−No quiero ir a la Semana Grande mamá. Los Gargantúa me dan miedo−

       
                                                                      Nora Ibarra
                                                          Curitiba-Brasil. Septiembre 2013