miércoles, 29 de octubre de 2014

Deshojando a Margarita


Margarita es dulce, ingenua y cursi. Las tres cualidades juntas e inseparables. Me acuerdo de la explicación que me dio el dia que la encontré llorando
-Me emocioné al ver el arco iris en el cielo.
La respuesta me pareció tan tierna que no pude menos que rodearla con mi brazo a modo de consuelo. Fue curioso como en ese momento me sentí protegido. Me invadió una especie de calma y casi me adormecí abrazado a ella. De allí en más pasé a ser su protector e intentaba abrazarla en cada oportunidad que se presentaba.
Margarita no era mia. Me preguntaba a quien pertenecería la chiquilla de voz ondulada y suave. Obsecado me convertí en un predador dispuesto a cazar a esa mujer con nombre de flor.
El trato con ella era fugaz. No se percataba de mis sentimientos ni mis instintos ocultos. Para ella era como un pariente, nada más que eso. Esto me exasperaba y aumentaba mis ansias. Soñaba despierto. Me excitaba con apenas oir su nombre. Deambulaba dias enteros loco de lujuria. Por qué acercarme a esta mujer-niña que me tenía en cuenta? Para mí representaba una seducción imposible. Esto no formaba parte de mi acierto infalible con las mujeres.
Mi interés en ella continuó aumentando. Ahora no solo quería su cuerpo. También quería su espíritu. La veía como un alma errante que lloraba por el sol, la luna y las estrellas. En cuanto a mí, iba de la prosa a la lascivia. Después de todo...qué poeta no transitó por esto?
Entonces sucedió. Caminábamos en silencio por la calle desierta. La abracé. Me abrazó. Nos besamos mientras la empujaba con delicadeza hasta el pasillo oscuro de una tienda. Esperé que dijese algo. Hubo solo un gemido. Sus pétalos se delizaron entre mis piernas. Dos pétalos más enlazaron mi cintura. Me introduje en su cáliz poroso y la sostuve en la cabagalata endemoniada. Un mar colorido nos invadió de semillas. Nos agitamos juntos en el espasmo.
Pensé que lo ocurrido pasaría a ser un recuerdo archivado en la memoria. Hasta el día de hoy no fue así. No puedo dejar de sentirme dulce, ingenuo y cursi.


                                                                       Nora Ibarra
                                                                Curitiba - Brasil. Octubre 2014

jueves, 16 de octubre de 2014

El Vendedor de Sedas (fragmento II)


                                                                                           "Peines peinetas
                                                                                           Sedas sedosas 
                                                                                           Para la esposa"

Llegaba todos los meses con su valija de cartón. Dentro traía baratijas y piezas de seda. Iba de puerta en puerta. Cumplía el sueño de Sherezada en cada mujer que vistiese este tejido lleno de magia, vaporoso y sensual.
La maledicencia pueblerina no tardó en ponerle apodos. Uno de ellos era "menstruación" porque aparecía una vez al mes. También le decían Prínicipe de Turquía o simplemente Turco.
Yamil era hijo de inmigrantes  sirios. Rebeca, su mamá, murió al parirlo. Samuel, su papá, contrabandeaba piezas de seda. Era tanto el embelso que sentió por la tela que abrió una sedería en Ciudad Grande, a pocos metros de la estación de trenes. Viajaba de pueblo en pueblo, y durante sus viajes, el negocio y su hijo quedaban al cuidado de su hermano Moisés.
Una noche de regreso  a casa fue asaltado. Le robaron lo recaudado en el viaje y le acertaron un  tiro en la cabeza provocándole la muerte.
El tío Moisés tomó cuenta de la tienda y de Yamil que ya había cumplido diez años. Comenzó a viajar repitiendo el itinerario que hacía su fallecido hermano. Llevaba a su sobrino en los viajes, de la sederia tomaba cuenta su esposa Ruth.
Uno de los lugares marcado en la ruta era Santa Martina. Allí se hospedaban en la hostería del griego. el chico iba y venía con él . Decía, en un castellano chapurreado, que le estaba enseñando a trabajar.
-lo estoy enseñando a trabajar. Despúes de la muerte de mi hermano parece que se le rajó el cerebro. Empezó a decir que hablaba con el padre muerto...en fín...tuvimos que darle remedios. Ahora está mejor. Cuando cumpla los diecisiete los voy a mandar a vender solo.
Dicho esto empinaba la botella de ginebra y se dormía sobre la mesa. Yamil permanecía a su lado, mirando al vacío hasta que su tutor despertase.
Pasó el tiempo y una tarde vieron descender del autobús a un jovencito. Cargaba una valija de cartón en una mano y en la otra un megáfono. Se detuvo en la rotonda y anunció por el altoparlante.
- Buenos días. Soy Yamil el vendedor de sedas. Además tengo peines mágicos, maquillaje de oriente y otros artículos que estoy seguro les agradarán.
Después tomaba la avenida principal y caminaba yendo de puerta en puerta. Las compradoras quedaban encantadas con la mercadería y con el vendedor carismático que las hacía sentir importantes y únicas.
Yamil no era lindo. Tenía las cejas tupidas. Las ojera contorneaban sombriamente los ojos redondos marrones. Su expresión era semajente a la de un búho vigilante en la oscuridad. No pestañeaba, miraba fijo a su interlocutor mientras hablaba. Las mujeres le compraban porque los artículos que vendía eran difíciles de conseguir y porque adoraban ver al Principe de Turquía. Ese era el apodo por el que las clientas lo llamaban. El Príncipe les prometía, con voz queda, las mil y una noches entre paños de seda y elixires maravillosos. Dejaba a las mujeres tan excitadas que la población comenzó a aumentar y fue elevado un petitorio al gobierno provincial para que la villa fuese considerada ciudad.
El seductor vendedor guardaba un secreto. Un día se lo confesó a Juan Luis Iturralde.
-Yo soy vendedor por mí tío, para ayudarlo...usted sabe. Pero la verdad es que soy escritor. Mi papá se me apareció una noche...después de muerto...y me dijo que quería que fuese alguien importante. Le respondí que a mí me gustaba escribir. Entonces me ordenó ser el mejor escritor del mundo. De ahí en más escribí poemas, cuentos y ahora estoy escribiendo una novela titulada "Destino Literario". Es sobre mí y el deseo de mi padre.
Juan Luis lo observó detenidamente antes de responderle
-Te felicito mi hijito. Cuando el libro esté editado tráeme uno. con gusto lo leeré