lunes, 20 de mayo de 2013

Oda a Miguel Hernández



En carne viva tu alma
En carne viva tu vida
Tallaste tus versos
al mundo
con pura fibra española.
En carne viva tu alma
En carne viva tu vida
Sembraste amor, dolor y pasión
sumergido en la inmensidad
de un prado de poemas
En carne viva tu alma
En carne viva tu vida
En noches de insomnio vaga
tu presencia entre lunas
como una figura de barro
que emerge en la bruma.
No hay vientos
ni pastores
que olviden tu nombre
En carne viva tu alma
En carne viva tu vida

                                             Nora Ibarra
                           Curitiba-Brasil 20 de mayo de 2013

viernes, 17 de mayo de 2013

Miguel Hernández: Las Nanas de la Cebolla


                                                                    1910-1942
                                      http://es.wikipedia.org/wiki/Miguel_Hern%C3%A1ndez

LAS NANAS DE LA CEBOLLA

La cebolla es escarcha
cerrada y pobre.
Escarcha de tus dias
y de mis noches
Hambre y cebolla,
hielo negro y escarcha
grande y redonda.

En la cuna del hambre
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla
se amamantaba.
Pero tu sangre,
escarchada de azúcar
cebolla y hambre

Una  mujer morena
resuelta en lunas
se derrama hilo a hilo
sobre la cuna.
Ríete niño
que te traigo la luna
cuando es preciso

Tu risa me hace libre
me pone alas.
Soledades me quita
cárcel me arranca.
Boca que vuela
corazón que en tus labios
relampaguea

Es tu risa la espada
más victoriosa,
vencedor de las flores
y las alondras.
Rival del sol.
Porvenir de mis huesos
y de mi amor

Desperté de ser niño:
nunca despiertes
Triste llevo la boca:
ríete siempre
Siempre en la cuna
defendiendo la risa
pulma por pluma

Al octavo mes ries
con cinco azahares
con cinco dimuntas
ferocidades.
Con cinco dientes
como cinco jazmines
adolescentes

Frontera de los besos
serán mañana,
cuando en la dentadura
sientas un arma.
Sientas un fuego,
correr dientes abajo
buscando el centro

Vuela niño en la doble
luna del pecho:
él triste de cebolla
tú satisfecho.
No te derrumbes.
No sepas lo que pasa
ni lo que ocurre


martes, 14 de mayo de 2013

Fragmento del Cuento: Los Dulces de Medea


Supimos que era griega cuando ella, su marido y el hijo de ambos se instalaron en el barrio en el local de la Avenida Calderón y Beiró.
Vivían arriba del negocio. Pintaron los marcos de las ventanas de la vivienda de color azul. Detrás de los vidrios se podían ver las cortinas de encaje, dando a la fachada una reminiscencia de aldea griega.
Eran discretos y casi no conversaban con los vecinos, tal  vez por la dificultad del idioma. Tratándose de griegos, el vecindario no demoró en contar algunas "mitologías" sobre ellos, más aún con el nombre que le dieron a la tienda: La Hechicera.
Allí vendían dulces, conservas y confituras, todas preparadas por las manos de la griega.
La griega era alta con cabellos negros ensortijados que sujetaba en la nuca con una hebilla de carey. Tenía ojos oscuros que le daban un marco de misterio a su cara de pómulos altos y labios pintados de color carmesí.
Lo que más me atraía en ella eran sus manos de dedos largos y refinados. Me subyugaba verla envolver la mercadería apenas rozando el papel sedoso con la punta de los dedos en una caricia tímida y sensual y, como por arte de magia, aparecía el envoltorio presagiando secretos sorpresas y alegría...