sábado, 19 de septiembre de 2015

Si no me miran no se darán cuenta


Era la época de las medias de seda. Nuestras primeras medias y los zapatos con un tímido taquito, en ese momento era lo que se nos permitía usar. También usábamos el portaligas semi escondido entre la barriga y la bombacha entera, hasta la cintura, de algodón. En los dias de la menstruación era adicionaba la trusa. A pesar de las proyecciones y charlas en la escuela nuestras madres veían al período menstrual como un pecado y un futuro dolor de cabeza que no podrían evitar. La mia acostumbraba decirme << cuando te venga...no se lo cuentes a nadie y usá la trusa además de la bombacha ...para disimular. No te laves la cabeza ni te bañes>>. De manera que todos los meses debía pasar de tres a cinco dias sin bañarme!
Elsa estuvo un mes mirando la vidriera del kiosquito de doña Inés. Las medias eran exibidas en una media pierna de maniquí. Estirada, sensual, convidativa, parecía estar diciendo <<Llévame! Te vas a sentir una diosa cuando me luzcas! No era verdad que la pierna-maniquí hablara. Esto era producto de la imaginación de Elsa y sus doce años vividos frente a un televisor donde, en una propaganda la Miss Universo del momento la convencía y le repetía incansablemente "las medias que resaltarán tu femeneidad".
Elsa juntó dinero todo el mes. Iba y venía de la escuela caminando. Ahorraba el pasaje de colectivo, ese dinero sería destinado a la compra de las medias. Una tarde me llamó y me dijo
-Tengo las medias...Ahora me falta estrenarlas. Que tal si el sábado vamos a tomar el té a La Maison, la confiteria de Beiró y Lope de Vega...?
Era lo más lejops que nuestras madres no dejaban ir. Le dije que sí
-Sí, nos encontramos en la esquina y entramos juntas.
Ese dia me vestí con el vestido color rosa, de florcitas rococó, los  zapatos haciendo juego y el sombrero de rafia con lazo de satén, todo confeccionado por las manos habilidosas de mi abuela. Por supuesto, llevaría también las medias de seda. En mi caso habian sido compradas por mi tía en el Once.
Llegué primero y enseguida vi llegar a Elsa. Vestida de azul, pollera acampanada y zapatos charolados, y las medias de seda, claro. Tenía las piernas largas, le faltaban relleno en los musculos. Esto era común en todas las chicas de nuestra edad, lo cual dejaba al descubierto que eramos púberes. Las piernas no podíamos rellenarlas de algodón como a los Virtus, los corpiños infantiles que nos hacían sentir raras, "ni chicha ni limonada". Todo lo que nos quedaba era caminar con elegancia, o lo que entendíamos era la elegancia. Fingirnos cisnes, o patitos feos en el proceso de dejar de serlo.
Al llegar Elsa me dijo
-Y? Cómo me quedan?
-Bien...lindas...-respondía con el poco entusiasmo que me acompañada en esa etapa de mi vida en la que sentía mi cuerpo cambiar de un dia para otro. Prefería hablar poco de fisonomía alguna, tanto mia como de las otras.
Entramos a la confitería. Al entrar las parejas que ocupaban las mesas con un velador pequeño  en cada una, nos miraron. El mozo vino hacia nosotros y nos acomodó en una de las mesas cerca del ventanal cubierto de un cortinado de voile blanco, por el que se filtraba la luz y al mismo tiempo daba intimidad al ambiente.
Pedimos un té con masas, más que nada para aparentar autonomía, hasta quizá madurez para poder frecuentar ese lugar. Como sabíamos que solo pagaríamos las masitas que fueramos a consumir, elegimos una cada una.
Las personas seguían cvon la vista fija en nosotros. Sería por el sombrero que me había hecho mi abuela?
Elsa dijo
-Paguemos. Vamos al baño y después salimos a caminar, a mirar vidrieras...querés?
Yo dije sí. El fluir de mis hormonas no me me obstaculizaban el pensamiento y la capacidad de decisión. La  mayoría de las veces me dejaba llevar o convencer por la iniciativa de mis amigas.
Pagamos y nos dirigimos al toilet. Al salir del privado vi a Elsa; estaba peinándose frente al espejo. Recostaba su cuerpo contra el lavabo de mármol negro que producía un compossé con las baldosas también negras y las paredes blancas de donde pendían apliques con forma de candelabros y lamparitas simulando velas. Fue en ese momento cuando miré las piernas de Elsa. Las medias de seda le habían jugado una mala pasada. Se habían corrido, de abajo hacia arriba y viceversa. Parecían una cortina de esterilla o un tejido de macramé inconcluso. Atiné a decir
-Elsa...tus medias...
Me miró. Sonrió. Seguido agregó
-Sí, ya lo sé. Se corrieron al ponérmelas, pero estaba tan entusiasmada por estrenarlas que resolví salir con ellas así...corridas.
Sentí en carne propia su situación. Era bochornoso -para mí- que mi amiga estuviera en ese trance. Tenía que ayudarla. No sabía cómo. Le pregunté
-Ahora...que vamos a hacer?
Ella me miró de manera amigable. Me rodeó los hombros con su brazo y respondió
-Nada...que vamos a hacer...Vamos a salir tranquilas...disimulando y pensar que si no me mirán...no se darán cuenta.

                                                                    Nora Ibarra
                                                       Curitiba-Brasil - Septiembre 2015


jueves, 10 de septiembre de 2015

Hola Señor Ibsen


Soy Nora
Sin casa. Sin muñecas
Pasito de bailarina
acróbata sin red.
Sueños en el  ensueño
Tiempo en el destiempo
Rayitos de ternura
me mantienen viva
y un recuerdo intenso
apacigua mi angustia
en la incertidubre constante
de la vida.
Sin casa. Sin muñecas

                                                                      Nora Ibarra
                                                         Curitiba-Brasil, 10 de septiembre 2015


miércoles, 2 de septiembre de 2015

Ausencias



Un sabor amargo
me recorre
y la mentira emerge
en la sombra
Invadida de ausencia
brotan las palabras
y un roce de deseo
me acerca la tristeza

                                                                             Nora Ibarra
                                                                 Curitiba-Brasil. Septiembre 2015