jueves, 29 de noviembre de 2012

Dalias Negras


                                        Enterró sus libros en el jardín de su casa, envueltos en bolsas plásticas para que no se deteriorasen en el contacto con la tierra.
Al final de la ceremonia arrojó tierra sobre ellos y plantó dos arbustos jóvenes  de dalias negras, aterciopeladas, de color rojo sangre. "Es por poco tiempo, hasta que todo se calme", dijo. Pero sabía que no era verdad,  la situación anticipaba el comienzo del fin.
 Estableció un diálogo tácito, casi cómplice, con las flores en su trajinar por la casa fantasmagóricamente.
Al poco tiempo debió dejar la casa. La ciudad la cobijó cobrándole por ello un precio mezquino y abusivo. Guardó la angustia y los lamentos en un hatillo que solo desanudaba en aquel cuarto de pensión sin ventanas.
Hoy todo es una vaga recordación que le llega desde una nebulosa cuando sostiene en sus manos la foto de una jovencita posando al lado de un arbusto de dalias negras.

                                                               Nora Ibarra
                                           Curitiba-Brasil, Noviembre de 2012

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