viernes, 12 de abril de 2013

Fragmento de mi Cuento El Príncipe de Turquía



Amanece en Buenos Aires. La Avenida Corrientes se parece a una mujer con trazos de  maquillaje después de una noche de brillo y alcohol.
Como por un toque de magia los cabarets y tanguerías dan paso al pan recién salido del horno, al café y las medias lunas.
Los comerciantes abren sus persianas produciendo un sonido cacofónico en la subida. Saludan al Príncipe con alegría:
-Buenos dias Príncipe!-
Él responde - Buenos dias mis camaradas y correligionarios! Un día de conquista nos espera! Vamos a arremeter!.

El Príncipe antes de ser príncipe...

El cabello enmarañado y renegrido le cae sobre los hombros en una cascada de bucles vaporosos que mudan de color con el reflejo del sol.
Los balcones y sus macetas en Buenos Aires delatan a los inmigrantes que llegaron llenos de sueños y esperanzas. No hay balcón que se precie de serlo sin una maceta sin flor. No hay flor que no les recuerde a ellos su origen y condición.
La maceta de geranios estaba ubicada en la cornisa. El viento esa mañana balanceaba las flores con fuerza. Arremolinándolas en un vaivén sin fín, con tal ímpetu que la vasija que las contiene se desprende de la cornisa precipitándose al vacío como un suicida que en la caída eleva los ojos al cielo.
Fue en ese instante que el héroe de esta historia pasó por debajo de aquel balcón y fue en su cabeza que la maceta catapultó, agregándose a la maraña de rulos, pedazos de terracota tierra y flor...

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